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i no dió señales de inquietud sino cuando estaban a cuatro pasos de distancia. Abrió, entónces, las alas i fué a pasarse sobre la yerba a cincuenta metros de aquel sitio. Desde ese momento empezó una cacería loca a traves de los rastrojos. Cuando despues de grandes rodeos i de infinitas precauciones Petaca lograba aproximarse lo bastante i empezaba a enfilar el arma, el pájaro volaba e iba a lanzar su grito, que parecia de burla i desafío, un centenar de pasos mas allá. Como si se propusiese poner a prueba la constancia de sus enemigos, ora salvaba un matorral o una barranca de difícil acceso, pero siempre a la vista de sus infatigables perseguidnres, quienes, despues de algunas horas de este jimnástico ejercicio, estaban bañados en sudor, llenos de arañazos i con las ropas hecho una criba; mas no se desanimaban i proseguian la caza con salvaje ardor.

Por última, el ave, cansada de tan insistente persecusion, se elevó en los aires i, salvando una profunda quebrada, desapareció en el boscaje de la vertiente opuesta.

Cañuela i Petaca que con las greñas sobre los ojos, caminaban a gatas a lo largo de un surco, se enderezaron consultándose con la mirada, i luego, sin cambiar una sola palabra, siguieron adelante resueltos a morir de cansancio ánte que renunciar a una pieza tan magnifica. Cuando, despues de atravesar la quebrada, rendidos de fatiga, se encontraron otra vez en las lomas, lo primero que divisaron fué la fujitiva, que posada en un pequeno arbusto, esta-