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EL PAGO

De pronto los bailes i las músicas cesaron i una luz estraña, rarísima, iluminó los aposentos. Los diamantes que brillaban en los cabellos i gargantas de las mujeres se desprendieron de sus engarces i rodaron como lágrimas por los níveos hombros i senos de las hermosas, haciéndolas estremecerse con su húmedo contacto. Los rubíes dejaban al caer manchas sangrientas sobre los rejios tapices. I los paredes, las escalinatas, los bronces i los mármoles, tomaron un tinte rojo, violáceo, horrible, parecian de sangre coagulada.

Miéntras Pedro Maria contemplaba aquella brusca trasformacion, una espantable turba se abalanzó sobre los edificios: eran esqueletos que con su garfiados dedos despedazaban esos templos de la fortuna i el placer, arrancando trozos que se adherian a sus osamentas convertidos en jirones de carne palpitante.

A medida que los esqueleto se vestian