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inquieta por aquel mutismo, se preparaba a interrogarlo cuando la puerta jiró sobre sus goznes i un rostro de mujer asomó por la abertura.

—Buenas noches, vecina. ¿Cómo está el enfermo? preguntó cariñosamente Maria de los Anjeles.

—Lo mismo, contestó la interrogada, penetrando en la pieza. El médico dice que el hueso de la pierna no ha soldado todavia i que debe estar en la cama sin moverse.

La recien llegada era una jóven de moreno semblante, demacrado por vijilias i privaciones. Tenia en la diestra una escudilla de hoja delata i, miéntras respondia, esforzábase por desviar la vista de la sopa que humeaba sobre la mesa.

La anciana alargó el brazo i cojió el jarro i en tanto vaciaba en él el caliente líquido, continuó preguntando:

¿I hablaste, hija, con los jefes? ¿Te han dado algun socorro?