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La jóven murmuró con desaliento:

—Si, estuve allá Me dijeron que no tenia derecho a nada, que bastante hacian con darnos el cuarto; pero, que si él se moria fuera a buscar una órden para que en el despacho me entregaran cuatro velas i una mortaja.

I dando un suspiro agregó:

—Espero en Dios que mi pobre Juan no los obligará a hacer ese gasto.

Maria de los Anjeles añadió a la sopa un pedazo de pan i puso ámbas dádivas en mano de la jóven, quien se encaminó hácia la puerta, diciendo agradecida:

—La vírjen se lo pagará, vecina.

—Pobre, Juana, dijo la madre, dirijiéndose a su hijo, que había animado su silla junto a la mesa, pronto hará un mes que sacaron a su marido del pique con la pierna rota.

¿En qué se ocupaba?

—Era barretero del Chiflon del Diablo.