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EL POZO

tes. El obrero abandonó el cuarto diciendo en voz alta:

—¡Gracias, Rosa, hasta luego!

La jóven ajitada i trémula cojió de nuevo la aguja, pero su pulso estaba tembloroso i se pinchaba a cada instante.

Valentin, miéntras caminaba hacia el pozo pensaba henchido de júbilo que el triunfo final estaba próximo. Si la ocasion protectora de los amantes, se presentaba, la rústica belleza seria suya. Su esperiencia de avezado galanteador le daba de ello la certeza i no pudo menos que lanzar a Remijio una mirada triunfante cuando uno de los compañeros le dijo con sorna:

—Qué tal el agua, ¡A pagaste la sed?

Retorciéndose el rubio bigote contestó sentenciosamente:

—Dios sabe mas i averigua ménos.

Al caer la tarde el pozo quedó terminado. Tenia cuatro metros de hondura i dos de diámetro i del fondo el agua borbotaba