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EL POZO

perdices acosadas en el llano por el calor debian haber buscado un refujio en la espesura. No se engañaba; por todas partes se veian numerosos rastros. Púsose a la obra con afan, escudriñando los troncos carcomidos i rejistrando los rincones sombríos bajo las hojas verde esmeralda de los bóquil, sin que lo distrajese el ruido de ramas rotas que creia oir a cada instante entre la maleza. Sin duda seria alguna raposa interrumpida en su siesta que abandonaba la guarida con su paso inquieto i cauteloso.

Su constancia se vió en breve recompensada: una perdiz avanzando imprudentemente la cabeza, lo espiaba detras de un tronco. Alargó el brazo i oprimió el disparador. Tras el estampido, apartáronse violentamente la ramas i apareció la cabeza del dogo con las orejas tiesas i rectas. De un salto cayó sobre la perdiz i empezó a triturarla entre sus poderosas mandíbulas. El arma se escapó de las manos del