debe ganar el pan que come i, como hijo de mineros, su oficio será el de sus mayores que no tuvieron nunca otra escuela que la mina.
Su voz opaca i temblorosa se estinguió repentinamente en un acceso de tos, pero sus ojos húmedos imploraban con tal insistencia, que el capataz vencido por aquel mudo ruego llevó a sus labios un silbato i arrancó de él un sonido agudo que repercutió a lo lejos en la desierta galeria. Oyose un rumor de pasos precipitados i una oscura silueta se dibujó en el hueco de la puerta.
— Juan, esclamó el hombrecillo, dirijiéndose al recien llegado, lleva este chico a la compuerta número doce, reemplazará al hijo de José, el carretillero, aplastado ayer por la corrida.
I volviéndose bruscamente hacia el viejo, que empezaba a murmurar una frase de agradecimiento, díjole con tono duro i severo: