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LA COMPUERTA NÚMERO 12

los. Aquel rumor, cuyo oríjen Pablo no acertaba a esplicarse, era el choque de las olas en las rompientes de la costa. Anduvieron aun un corto trecho i se encontraron por fin delante de la compuerta número doce.

—Aquí es, dijo el guia, deteniéndose junto a la hoja de tablas que jiraba sujeta a un marco de madera incrustado en la roca.

Las tinieblas eran tan espesas que las rojizas luces de las lámparas, sujetas a las viseras de las gorras de cuero, apénas dejaban entrever aquel obstáculo.

Pablo, que no se esplicaba ese alto repentino, contemplaba silencioso a sus acompañantes, quienes, despues de cambiar entre sí algunas palabras breves i rápidas, se pusieron a enseñarle con jovialidad i empeño el manejo de la compuerta. El rapaz, siguiendo sus indicaciones, la abrió i cerró repetidas veces, desvaneciendo la incertidumbre del padre que temia que las fuerzas de su