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que voi a derrochar los dineros de la compañia en fomentar la pereza de un hato de holgazanes que en vez de trabajar se echan a dormir como cerdos por los rincones de las galerias.

Hizo una pausa para tomar aliento i agregó como si hablase consigo mismo:

— Pero conozco los ardides i sé lo que valen las lamentaciones hipócritas de semejante canalla.

I encarándose con el capataz le ordenó recalcando cada una de sus palabras:

— Abonarás por el metro de rebajes en la Media Hoja treinta centavos a los barreteros que estraigan por término medio cuatro cajones de carbon diario. Los que no alcancen a esta cifra solo cobraran el precio del mineral.

Estaba furioso porque a pesar de las economias introducidas, el carbon resultaba allí mas caro que en los demas filones i las exijencias de los obreros que no hacian sino