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la cruz, en seguida, unos tras otros con las lámparas en alto, penetraron en la galeria que por su elevacion les permitia andar derechos sin encorvarse. Mui pronto sintieron latidos en las sienes i zumbidos en los oidos. A cien metros el que iba a la cabeza sintió un golpe a sus espaldas: el obrero que lo seguia habia caido. Sin pérdida de tiempo lo levantaron i lo arrastraron rápidamente hacia afuera. Reemplazósele con presteza i el pequeño grupo volvió de nuevo a internarse en el correddor.

Cuando les faltaba un centenar de metros para llegar al final, encontraron el primer cuerpo. Una ojeada les bastó para comprender que es imposible conservara un resto de vida: estaba hecho pedazos. Algunos pasos mas i tropezaron con el segundo, luego con el tercero, el cuarto i el quinto. El último era el del capataz a quien reconocieron por sus gruesos zapatos claveteados.