«Han sido tantos los trabajos, que nos han sucedido, en lo poco que ha que salimos de esa ciudad, que si de todos hubiera de dar cuenta á v. m. fuera cansarle, mayormente, que la brevedad, con que el señor don Juan se va, no da lugar. Y porque él dará entera relacion de todo, solo contaré lo que despues que llegamos á esta tierra nos ha sucedido, pues fué nuestro Señor servido, de hacer nuestros intentos, que era aguardar en Bolinao, que se pasáran los ruines tiempos que teníamos, y á vista del puerto, nos dió la tormenta que nos puso en harto riesgo; y nos fué fuerza venir á este reyno de China, donde entendimos, que por lo menos nos dejarian los Portugueses aderezar nuestro navío; y como quiso nuestro Señor que le perdiéramos, hemos padecido hartos trabajos, porque apenas se escapó cosa, y yo perdí mi hacienda, y alguna parte de la agena; porque á la sazon no me hallé presente, que el día antes, me había mandado mi general salir á buscar refresco, y un piloto de la costa, que por estar muy ruinmente pintada en las cartas, no sabíamos donde estábamos y no pude volver á el navío, por el tiempo que se levantó; á cuya causa, me fué forzoso ir á Canton, donde los Sangleyes que me llevaban á mí, y á los que conmigo desembarqué, nos levantaron, que habíamos muerto tres Sangleyes, que si allí no halláramos al alferez Domingo de Artacho, y Marcos de la Cueva, que estaban pleyteando contra los Portugueses, lo pasáramos muy mal[1]; quiso Dios, que con su favor
- ↑ No fué poca la parte de la desgracia que le cupo á Fr. Diego Aduarte, uno de los que iban con Fernando de los Rios, si hemos