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Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/169

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negociásemos el pleyto, aunque sin probanza, ni tomar nuevas confesiones, nos condenaron á cincuenta taes de plata. Allí supimos, como había mes y medio, que se defendían de los Portugueses, que fueron, luego que llegaron, á decir que eran ladrones y levantados, y que eran gente que se alzaban con los reynos donde entraban, y otras cosas no dignas de escribirse; al fin todas sus diligencias buenas y malas, y aun bien malas, no les aprovechó, para que mediante buena dili-

    de dar crédito á sus palabras. Hay en este ameno historiador lagunas y contradicciones que desmerecen mucho su obra, escrita por lo demás en hermoso estilo pintoresco, lleno de gracia y animación. Un ejemplo: dice que la expedición de D. Luis se anegó el día de S. Francisco (4 oct.); en cuya fecha volvió de Cagayan á Manila, desde donde partió el 6 de setiembre (!) para socorrer á D. Luis que estaba en Macao, después de cuatro meses, teniendo que suceder todo esto en un mismo año (1598), puesto que este Padre formó parte de la comisión encargada de pedir licencia al Tutón para volver á Manila, comisión que tuvo lugar el citado año. Salvando el respeto que nos merece el Obispo, al encontrarnos con estas contradicciones, no raras en los historiadores de Filipinas, séanos permitido hacer nuestras conjeturas para buscar la verdad.
    Morga, que siempre menciona los pasos dados por los frailes, no habla de la venida del P. Aduarte desde Cagayan á Manila, sino que da á entender más adelante que jamás se separó de la expedición, no queriendo después volver á Manila, sin decir el motivo. No comprendemos tampoco por qué le mandaría volver su Prelado á Manila y desamparar á sus compañeros de la Almiranta, que quedaban sin auxilio religioso, cosa no admisible en aquellos tiempos en que hasta con dos militares iba siempre un capellán, para echarles la bendición en un caso apurado. Lo que nos parece que sucedió aquí es que el P. Aduarte, queriendo rehuír la responsabilidad en la pérdida de la Almiranta que se metió á piratear, se dió por ausente, como también lo hace en la matanza de los Chinos en Camboja, pero que, encontrándose después del naufragio al lado de D. Luis en Macao y enviado por éste á Cantón, tuvo que reformar un poco el calendario, y trastornar el tiempo, lo cual es menos perjudicial para la sociedad que el desprestigio de un religioso, columna y sostén del gobierno, representante de Dios, etc., etc., y sobre todo si el religioso llega después á ponerse una mitra. Quizás esto explicara los tormentos á que le sujetó el virrey de Cantón, pues se les prendió á los náufragos de la Almiranta por haber pirateado, y fueron llevados de unos jueces en otros como el P. Aduarte mismo afirma. La buena voluntad además con que el mismo Padre satisfizo las exigencias del Virrey, que confirma Fernando de los Ríos — el pago de la multa, y la ninguna reclamación posterior contra las violencias del Virrey, hacen sospechar que el P. Aduarte se reconocía culpable respecto de las autoridades chinas. La prisión,