Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/170

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gencia y mucha plata, negociasen lo que no se pensaba, que fué, abrir puerto en esta tierra, para poder venir siempre con seguridad, y darles casa en Canton, que nunca con los Portugueses se ha hecho, de que estan, ó deben de estar mas corridos, y mas que les pusieron silencio, aunque este no fué parte, para que por otros medios (segun los Sangleyes nos decían, que era con ellos mismos) no intentasen de hacer todo el daño posible. Aborrecen tanto el nombre de Castellanos, cuanto

    mil ducados de multa, los tormentos y las humillaciones á que le sometieron, no los sufren jamás Españoles inocentes, sin reclamar ni tomar represalias, y menos un fraile que no quería al principio humillarse, haciendo la reverencia al Virrey, á que se sometieron sus dos compañeros militares. La razón que él nos da de su resignación es pueril: dice que se sometió para redimir á tres soldados chinos, presos sólo para atemorizarle, según él mismo confiesa. El que aprobó la matanza de los Chinos en Camboja, el que se gloriaba de haber muerto á Anacaparan, justificando cuanto se cometió en aquel reino, no iba á someterse á tales exigencias para salvar á tres Chinos de la mano de las mismas autoridades chinas, sabiendo que lo hacían por pura comedia. La condescendencia pues de D. Luis y de sus compañeros en pagar la multa y comprar con oro el permiso del Virrey para volverse á Manila, cosa que no le sucedió á D. Juan de Zamudio, cuyo barco no se había hecho pirata, confirma nuestras sospechas. — Este desastre, además, sólo se supo en Manila á principios de 1599 por medio de D. Juan de Zamudio, enviándose inmediatamente un barco, que se compró, para traerlos á Manila. ¿Cómo, pues, lo pudieron los dominicos saber cinco meses antes, para enviarle un barco de socorro veintiocho días antes del naufragio? ¿Cuándo además pudo el P. Aduarte hacer aderezar un navío para socorrer á D. Luis, como pretende, sin participación del Gobierno, cuando después se encontraba imposibilitado de pagar por sí una multa de mil ducados, teniendo que satisfacerla á costa de D. Luis? En esta materia, pues, Morga como teniente general, y como persona no interesada ni complicada en esta desgraciada expedición, nos merece más crédito que el P. Aduarte, á pesar de su mitra, porque Morga es un fiel historiador de lo sucedido en su tiempo, y si encubre muchas cosas por consideraciones políticas fácilmente comprensibles, en cambio no desfigura jamás los hechos. — Tal vez debido á estas lagunas, el P. Aduarte no haya sido todavía canonizado, y eso que, según su biógrafo el P. Fr. Domingo Gonzalez, usaba zapatos viejos y remendados, y que «siendo la Iglesia catedral donde se enterraba pequeña, estaba muy clara con haber en lo bajo tantas luces, estando lo alto como una ascua de fuego, lo que vieron solamente los religiosos,» cosa muy maravillosa según el biógrafo, además del inmenso prodigio de haberle crecido la barba en el ataúd. Santos tenemos con menos barbas y mejores zapatos.