Ir al contenido

Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/183

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 137 —

en aquel reyno, y medrar mas que en la mar. Entrados en Chordemuco, se juntaron con los Castellanos y Portugueses, y fueron recibidos por de su compañía y cuenta, y como unos y otros (que era un razonable número de gente) vieron la tardanza de don Luis Dasmariñas, haciendo cabeza á Fr. Juan Maldonado, y á Diego Belloso y Blas Ruiz, comenzaron (de por sí)[1] á tratar con el rey Prauncar, de su asiento y comodidades; y de que se les diesen tierras y arroz de que sustentarse, y demas cosas prometidas; porque, de las que había dado á Belloso y á Blas Ruiz, no tenían el uso y aprovechamiento que había menester[2]. Aunque el rey les daba buenas esperanzas á todo, nada concluía: impidiendo la madrastra y Mandarines de su parcialidad, que quisieran ver los Españoles idos del reyno, y se animaban cada día mas á ello, con la tardanza de don Luis Dasmarıñas; y así, los Españoles gastaban tiempo en ir y venir de sus alojamientos á la ciudad, á negociar con el rey; de cuyas respuestas y entretenimientos unas veces venían contentos, y otras no tanto.

Cerca de los mismos alojamientos de los Españoles tenía Ocuña Lacasamana el suyo, con sus Malayos, y como moros tan contrarios en ley y pretension, no tenían buena vecindad unos con otros: y hubo vez, que habiéndose ofrecido una pendencia entre los Españoles y Malayos, salieron de ambas partes

  1. Hace bien en decir de por sí, porque no era este el objeto propuesto en la expedición de Juan Mendoza de Gamboa, en que iba Fr. Juan de Maldonado. Extraña, sin embargo, que este grave y docto sacerdote se haya unido á aquellos aventureros y piratas para dar este paso, que lord Stanley encuentra muy natural, dado el antecedente de Fr. Alonso Ximenez y compañeros, falsificando una carta del gobernador de Manila.
  2. Es decir, que no se contentaban estos dos capitanes con dos grandes provincias y diez y ocho mil vasallos en recompensa de sus proyectos de despojo y de su comportamiento traidor. La justa Providencia castigó tan desmedida codicia con la destrucción de todos los expedicionarios.