hijos hasta la cuarta generación. Los frailes por lo menos saben bien que su poder, su dominio caerá seguramente con ó contra la voluntad de España; y así procuran por todos los medios y con ayuda de piae fraudes prolongar el término de su caída. Si ésta se efectuase contra la voluntad de España, id est, por medio de la separación del país, nada les importaría, pues las órdenes de S. Agustín, Sto. Domingo y S. Francisco son internacionales y quedan Agustinos, Dominicos, aún si Filipinas no quedase como territorio español, y en este caso los frailes ó hacen un convenio con los Filipinos ó emigran al punto que les indique su general, residente en Roma. Si los frailes consintiesen en la asimilación filipina, harían un acto patriótico, pero un acto muy imprudente respecto á los intereses de sus intereses. Las ideas del fraile son las siguientes: «Si consentimos en la asimilación, la consecuencia será que los diputados filipinos pedirán y conseguirán la expulsión de los frailes filipinos; así sería un suicidio consentir en la representación parlamentaria de Filipinas y otros atributos de la asimilación; si aprovechamos la ignorancia del estado del país, que reina en los círculos del gobierno central, podemos retardar por lo menos para algunos años nuestra caída en provecho de nuestros bolsillos.» Los Filipinos radicales contribuyeron mucho para fomentar esa táctica frailera, porque proclamaban la parole: «¡Fuera los frailes!» poniendo así á los frailes ante el dilema: ó voluntariamente y al instante renunciar, no sólo á su influjo omnipotente, sino también á todos sus bienes temporales (que no les parecen cosa baladí) ó retardar su ruina á costa de la integridad de la patria y del bienestar de las Filipinas. Así fueron los Filipinos radicales quienes, adoptando la intolerancia de los frailes, les obligaron á seguir el adagio latino oderint, dum metuant. La lógica de los empleados explotantes es idéntica á la de los frailes. La asimilación es para ellos su ruina, y naturalmente los intereses del estómago son mayores que los intereses de la patria. Así cuentan las Filipinas con un ejército de enemigos, tanto más temibles, cuanto que en España tienen fama de ser los sostenes, los únicos sostenes del dominio español y los conocedores del país. Según mi
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