religiosos de Manila, y su ida á Japon tan apriesa, no fueron parte, por la mucha instancia que ellos hicieron con él, para que les dejase de dar la licencia que pidieron. Llegaron los religiosos á las provincias á que iban, y fueron recibidos en ellas, aunque mas cortamente de lo que se habían prometido; y teniendo menos comodidad para su sustento, de lo que habían menester, y las cosas de la conversion, en que pensaron habían de hacer luego grandes efectos, menos disposicion de la que deseaban, porque muy pocos Japones se hacían cristianos, y á la verdad, los reyes y tonos de aquellas provincias mas los tenían por abrir en sus tierras, por medio suyo, trato y comercio con los Españoles que lo deseaban por sus intereses) que por la religion, á que no eran inclinados.
El Gobernador don Pedro de Acuña, en cumplimiento de lo que había escrito, enviaría navío al Quantó, aparejó y puso luego á la vela un navío mediano, nombrado Santiago el menor, con un capitan y los marineros y oficiales necesarios, y con algunos rescates de palo colorado[1], cueros de venado, y seda cruda[2], y otras cosas. Salió este navío con orden de que fuese á el Quantó, donde hallaría religiosos descalzos de San Francisco, vendería sus rescates, y volvería con el retorno, y licencia de Daifusama á Manila; con lo cual quedó proveido á todas las cosas de Japon, lo que pareció necesario, segun el estado que tenían.
Daifusama, señor de Japon, que esperaba á Chiquiro su criado, que había despachado á Manila con las cartas de Fr. Gerónimo de JESVS, le apretaba de manera, sobre los negocios que deseaba, y con él había tratado que para satisfacerle mejor, viendo que Chi-