Ir al contenido

Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/246

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 200 —

guimiento algo despacio, y habiéndose metido el enemigo con su armada, á hacer agua y leña en un río de una isla pequeña despoblada; pasó á esta sazon la vuelta de Manila el gobernador don Pedro de Acuña que volvía á la ligera de la villa de Arévalo, donde había tenido nueva de la entrada deste Corsario, pasando tan cerca de la boca deste río, en dos champanes pequeños, y un virey y con poca gente, que fué maravilla no ser visto, y preso del enemigo. Tuvo noticia que allí quedaba, por relacion de un navío de Naturales que salía huyendo, y encontrando luego el gobernador á Gaspar Perez, que con doce navíos caracoas y vireyes, y algunos champanes grandes iba en busca del enemigo, le hizo se diese mas prisa, y dándole de los que consigo llevaba algunas personas para que guiasen á do habían dejado el día antes al corsario, fueron á dar sobre él, y por las centinelas, que ya tenían puestas fuera del río en la mar, reconocieron la armada, y salieron apriesa del río, y se pusieron en huida, alijando á la mar ropa y esclavos, para huir mas ligeros, recogiendo con sus caracoas capitana y almiranta los navíos que se iban quedando, haciéndolos alijar y bogar con toda fuerza de buzeyes y velas. La armada de los Españoles que llevaba navíos menos ligeros, no pudo hacer tanta fuerza, que los alcanzase á todos, porque tambien el enemigo se engolfaba sin temor de mucha mar que había, como quien iba huyendo, aunque algunos navíos del capitan Gaspar Perez, por ser mas sutiles, se metieron entre el armada del enemigo, y echándole á fondo algunas caracoas, le tomaron dos, las demas se escaparon, aunque á mucho peligro de perderse; sin hacer otro efecto el armada, se volvió á Manila, donde ya el gobernador había entrado, con mucho sentimiento, de que las cosas hubiesen venido á términos, que estos enemigos (que jamas se habían atrevido á salir de sus casas) estuviesen tan alentados y soberbios, que viniesen hasta