que le trataron el negocio, valiéndose de la audiencia, y de las religiones, diciendo muchas grandezas de su armada portuguesa, y lucida gente que en ella venía, y del valor y buena fama de su general en cuanto había puesto mano, y certificando con esto el buen suceso de la toma de Terrenate en aquella ocasión; especialmente, teniendo de Manila el socorro y ayuda porque venían, que era justo se les diese, como de las Filipinas (siempre que la pedía el rey de Tidore, y capitan mayor de aquella fortaleza) se daba, y su Magestad lo tenía mandado, y con mas razon y fundamento, en semejante ocasion[1].
Don Pedro de Acuña, aunque (desde que fué proveido en el gobierno) tuvo intencion y voluntad de hacer jornada sobre Terrenate, y cuando estuvo de paso en Méjico trató deste negocio con los que allí tenían alguna noticia del Maluco, y envió desde la Nueva España, á la corte de su Magestad, á el hermano Gaspar Gomez, de la Compañía de JESVS, que había estado en Manila muchos años, y en el Maluco en tiempo del gobernador Gomez Perez Dasmariñas, para que tratase con su Magestad de su parte del negocio, y estaba con esperanza de que había de hacer esta jornada. Todavía le pareció necesario acudir (sin declarar sus deseos) á lo que Andrea Furtado pedía, y con mas ventajas; así, por lo que la cosa importaba, como porque facilitándola tanto, el general y sus mensajeros no se
- ↑ Á estas guerras de las Molucas atribuía Hernando de los Ríos el por qué las Filipinas en un principio eran más costosas que provechosas al Rey, á pesar de los inmensos sacrificios de los habitantes en la casi gratuita fábrica de galeones, en su equipo, etc., y á pesar del tributo, aduanas y otras imposiciones y gabelas. Estas expediciones de las Molucas, tan costosas para las Filipinas, despoblaron las islas y arruinaron la caja, sin que reportasen nada al país, habiéndose perdido para siempre y en poco tiempo lo que allí se había tan trabajosamente ganado. Verdad es también que á las Molucas hay que agradecer la conservación de las Filipinas para España, siendo una de las poderosas razones alegadas á Felipe II la conveniencia de sostener éstas para la posesión de las ricas islas de la especería.