lastimosa su muerte[1]. Enterró la audiencia al gobernador en el monasterio de San Agustin de Manila, con la pompa y aparato que á su persona y cargos debía. Y habiendo vuelto á tomar en sí el gobierno, despachó las naos para la Nueva España, donde avisó á su Magestad de la toma del Maluco, y muerte del gobernador.
La capitana, en que venía por general y capitan, don Rodrigo de Mendoza, hizo breve viaje á la Nueva España, con estas nuevas. La almiranta, aunque salió de las islas al mismo tiempo, tardó mas de seis meses. Echó á la mar ochenta personas de enfermedad, sin otros muchos (que tocados della) en saliendo á tierra, en el puerto de Acapulco murieron; entre los cuales, fué el licienciado don Antonio de Ribera, Oydor de Manila, que venía por Oydor de Méjico.
Con la venida destas naos, se entendió, despues de la muerte de don Pedro de Acuña, y haber tomado en sí el audiencia el gobierno, que las cosas de las islas no tenian novedad; mas, de que las contrataciones se estrechaban, por la prohibicion, de que no se pasasen en cada un año á las islas, mas de quinientos mil pesos, de lo procedido de la venta de las mercaderías en la Nueva España; con que se padecían necesidades, por parecer poca cantidad para los muchos Españoles, y grosedad del trato, de que se sustentan todos los estados, por no tener otras granjerías, ni entretenimientos; y que, junto con esto, aunque el haber ganado el Maluco habia sido de tanta importancia, por lo que aquellas islas son, y el castigo para reduccion de las otras rebeladas; especialmente Mindanao y Joló, de quienes las Filipinas tantos daños recibían:
- ↑ Los autores de este envenenamiento eran entonces conocidos en Manila, y según Argensola eran «los émulos» ó envidiosos. «Mas aunque eran conocidos por tales: de manera que la sospecha vulgar los hace autores del veneno… Callaremos sus nombres… Todos son muertos ya». (1609).