gallinas, y lechones, y guardan las casas, entre tanto que los hombres entienden en las labores del campo, y en sus pesquerías, navegaciones y granjerías. Son poco honestas, solteras y casadas, y los maridos, padres y hermanos, poco celosos ni cuidadosos en esto. Ellos y ellas, tan interesales y codiciosos, que habiendo paga, facilmente se dejan vencer[1], y cuando el marido halla á la mujer en adulterio, sin dificultad se allana y apacigua; aunque, despues que conocen á los Españoles, algunos que presumen de mas entendidos, á veces han muerto los adúlteros. Sus visitas y andar por las calles y á los templos, así hombres como mugeres, en especial los principales, es con mucho espacio, y composicion de pasos y mucho acompañamiento de esclavos y esclavas, y con quitasoles de seda, que les llevan para reparo del sol y del agua. Las señoras van delante, y sus criadas y esclavas detras, y
- ↑ Esta facilidad de las Indias que refieren los historiadores parece que se puede atribuír, no súlo á la sinceridad con que obedecían á la naturaleza y á los propios instintos, sino también á una creencia religiosa de que nos habla el P. Chirino. «Doctrina era sembrada por el Demonio en algunas y muchas destas islas y aun creo que en todas, que no se podía salvar, fuese casada ó por casar la mujer que no tuviese algún aficionado. Por que decían que éste acudía en la otra vida á darles la mano en cierto paso de un río muy peligroso, que no tiene puente; sino un madero muy angosto, el cual se ha de pasar para pasar al descanso que llaman Kalualhatían» (Chirino. Cap. XIX.) Por lo demás, los historiadores religiosos, hablando de las misiones en los primeros años de la cristianización, traen numerosos ejemplos de castidad en jóvenes que resistieron y prefirieron la muerte, antes que ceder á las violencias y amenazas de los soldados y encomenderos. Esta debilidad por la paga, creemos que no es defecto monopolizado por Filipinos y Filipinas: la encontramos en todo el mundo, en la Europa misma tan satisfecha de su moralidad, acompañándola en todos los tiempos de su historia, unida muchas veces á crímenes, escándalos, etc., etc. Los cultos de Venus, Priapo, Baco, etc., las orgías y bacanales, la historia de la prostitución en la Europa cristiana, y sobre todo en la Roma de los Papas, prueban que en esta materia no ha y nación que puede arrojar á otra la primera piedra. De todos modos, hoy día las Filipinas no tienen motivo para sonrojarse delante de las mujeres de la más casta nación del mundo.
ó mano del mortero, lo hacen ahora por lo general los hombres, dejando á las mujeres la limpieza del arroz.