El empréstito con ganancia era muy ordinario y practicado, corriendo muchos intereses excesivos, doblando y acrecentando la deuda todo el tiempo que se dilataba la paga, hasta tomar al deudor lo que tenía de caudal, y la persona y sus hijos (cuando mas no tenía) por esclavos[1].
Su comun negociar era por rescate de unas cosas por otras, de bastimentos, mantas, ganados, y aves, tierras, casas, y sementeras y esclavos; pesquerías, palmas, nipales y montes; y algunas veces, interviniendo precio, que se pagaba en oro, como se convenían; y en campanas de metal, venidas de China, que tienen por preciosas alhajas, y son como cazuelas grandes y muy sonoras[2], y las tañen en sus fiestas, y las llevan en las embarcaciones á la guerra, en lugar, de tambores, y otros instrumentos. Había muchas veces dilaciones y plazos para algunas pagas, y fiadores que intervenían obligándose, pero siempre con ganancias, é intereses usurarios, y muy excesivos.
Los delitos se castigaban á pedimento de los agraviados; en particular los hurtos con mas severidad, haciendo esclavos á los ladrones, y á veces matándolos[3]; y lo mismo las injurias por palabra; particu-
- ↑ Esto es tristemente cierto, y tan cierto, que subsiste hasta ahora. En muchas provincias y en muchos pueblos se verifica palabra por palabra todo lo que Morga dice, siendo de lamentar que ya no sólo son los Indios los que continúan con la usura, sino también los mestizos, los Españoles y aun varios religiosos. Y á tanto ha llegado ahora, que el mismo Gobierno, no sólo lo permite, sino también exige el caudal y aun la persona, para pagar deudas ajenas, como sucede con el cabeza de Barangay. Véase lo que sobre esto dice Pláridel en su magnífico folleto La Soberanía Monacal (Barcelona, 1889).
- ↑ El tam-tam y el pum-piang se usan aún.
- ↑ Este horror al hurto era tan general antes de la llegada de los Españoles, que los historiadores más anti-filipinos no han podido jamás acusar de ladrones á los Indios, á pesar de su costumbre de no perdonarles la más ligera falta, y de interpretar mal y extender á toda la raza faltas y defectos que se encuentran en individuos de todos los países. Hoy día, este horror está ya tan amortiguado que no solo pululan los malhechores y salteadores, sino que también roban gallinas, frutas, animales, etc. ó fuerzan á los dueños á ven-