traen estos Sangleyes especialmente á la ciudad de Manila, en mucho número, por las ganancias que con sus fletes interesan; y como en China sobra la gente, y los jornales y ganancias son cortos, cualquiera que hallan en las Filipinas les es de mucha consideración.
Desto nacen muy grandes inconvenientes: porque demas, que con tanto número de infieles puede haber poca seguridad de la tierra, son gente mala y viciosa, y con su trato y comunicacion los Naturales medran poco en su cristiandad y costumbres; y por ser tantos y grandes comedores, encarecen los bastimentos, y los consumen[1].
Verdad es, que sin estos Sangleyes, no se puede pasar ni sustentar la ciudad, porque son los oficiales de todos los oficios, grandes trabajadores, y á precios acomodados; pero, para esto con menos bastaría, y se escusaría el inconveniente de tanta gente, que de ordinario, en tiempo de navíos suele haber en Manila, sin muchos que andan entre las islas con color de contrataciones con los Naturales, que hacen mil delitos y maldades; y por lo menos esploran toda la tierra, ríos, y esteros y puertos, y los saben mejor que los Españoles, que para cualquier alzamiento, ó venida de enemigos, á las islas, serán de mucho daño y perjuicio.
Para remedio de todo esto, está ordenado, que los navíos no traigan tanta gente deste género, con penas que se ejecutan, y que cuando se vayan á China, los
- ↑ No se comprende cómo, ápesar de tantas quejas contra los Chinos, en estos últimos tiempos, los Rdos. PP. Dominicos les hayan dado preferencia y prelación sobre los Indios y Mestizos cristianos en las funciones religiosas, siendo así que está averiguado que apostatan tan pronto como dejan el país, habiéndose bautizado solo por conveniencias mercantiles y políticas. Tal extraña medida que escandalizó el país y promovió no pocos tumultos, le valió una mitra á su autor. — Jerónimo de Bañuelos ya decía: «en lugar de hacer de ellos (los Indios) nuestros amigos y nuestros hermanos, los hemos convertido en enemigos domésticos: hemos recibido en su lugar á los Sangleyes con los cuales el interés del tráfico nos pondrá siempre en mal…» (loc. cit.)