Página:Sucesos de las islas Filipinas por el doctor Antonio de Morga (edición de José Rizal).djvu/50

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sus navíos al Maluco, donde la gente dellos tuvieron debates y diferencias con los Portugueses que se hallaron en la isla de Terrenate; y últimamente, no pudiéndose sustentar allí, en una Nao que á los Castellanos había quedado en su armada, nombrada la Victoria, salieron del Maluco, llevando por cabeza y capitan á Juan Sebastian del Caño, que hizo su viaje á Castilla, por el de la India, donde llegó con poca gente, y dió á su Magestad cuenta del descubrimiento de las islas del grande Archipiélago y su navegacion.

Intentóse otras veces la misma empresa, y se puso en ejecución por Juan Sebastian del Caño, y por el Comendador Loaisa, y los Saoneses, y Obispo de Plasencia, sin tener el efecto que se pretendio, por los trabajos y riesgos de tan larga navegacion y contiendas que se les ofrecieron con los Portugueses en el Maluco, á los que allá llegaron.

Tras de todos estos sucesos, pareciendo que aqueste descubrimiento se haría más breve y mejor por la Nueva España, se despachó por aquella parte una Armada en el año de mil y quinientos y cuarenta y cinco, á cargo de Rui Lopez de Villalobos, que pasó por Sebú, y llegó al Maluco, donde tuvo con los Portu-

    testigo ocular, describe la batalla de Maktan y la muerte de Magallanes:
    «Viernes, 26 de Abril. Zula, que era uno de los dos principales, ó sea cabezas de la isla de Matan, envió al Capitán General [Magallanes] uno de sus hijos con dos cabras para hacerle un regalo: y le mandó decir que si no hacía cuanto había prometido, era por causa del otro principal, llamado Si Lapulapu, quien se lo había impedido, por no querer obedecer en ninguna manera al Rey de España. Pero, que si el Capitán quisiese solamente enviarle en la noche siguiente una barca llena de hombres que le ayudasen, vencería y sojuzgaría á su rival. Oído este mensaje, el Capitán se decidió á ir él mismo con tres embarcaciones. Nosotros le suplicamos encarecidamente á que no fuese en persona á esta empresa, pero él, como buen pastor, no quiso abandonar á su grey.
    »Partimos de Zubu á media noche. Éramos sesenta hombres armados de corseletes y celadas. Venían con nosotros el Rey cristiano, el Príncipe, algunos de los jefes y muchos otros, divididos en 20 ó 30 balangai (sic). Llegamos á Matan á las 3 de la mañana. El Capitán, antes de dar el asalto, quiso aun usar de la dulzura y en