por un lado, y con el campilan que llevaba, le dió un golpe en la cabeza al gobernador, que le derribó en tierra mal herido. Los que con él iban, hicieron pedazos al Mindanao, y llevaron á la galera al gobernador. Á poco espacio, el maese de campo Juan de la Xara, se retiró con la gente á la armada, habiendo dejado en aquella refriega algunos Españoles muertos; el gobernador no volvió mas en su sentido y acuerdo, porque la herida era grande, y otro dia murió, y el armada con esta pérdida y mal suceso, se levó de aquel puesto, y volvió el rio abajo á Tampacan, donde surgió entre los amigos y sus poblazones.
El maese de campo Juan de la Xara, se hizo luego elegir de la armada, por sucesor en el gobierno y empresa, y hizo un fuerte de harigues y palmas, junto á Tampacan con una poblazon de Españoles, á que le puso nombre Murcia: y comenzó á disponer como le pareció, para perpetuarse y apropiarse la cosa, sin dependencia ni reconocimiento del gobernador de Manila, sin cuya intercesion y ayuda, no se podía proseguir esta empresa.
de sus arcabuces. Á seguir este criterio, el heroico paisanaje español de la guerra de la independencia sería un pueblo mucho más traidor: las veleidades de Godoy, las discordias de la familia real, el tener armas y fuerzas casi iguales, la guerra sin cuartel con asesinatos y envenenamientos eran circunstancias que podrían menguar el brillo de aquella causa, tan tenaz y valerosamente defendida. Colín se expresaba así ya por el sentimiento de la muerte de Figueroa, que era un adepto de los jesuítas, y su más decidido bienhechor, ya llevado de la costumbre de llamar traidores á todos sus enemigos. No es culpa de Ubal el que no haya sido visto, como dice Morga; estaban en pleno combate, Figueroa acudía dispuesto á luchar y matar, bien armado y acompañado; ¿desearía el P. Colín que el Indio le llamase primero la atención, si estaba distraído, para dejarse matar estúpidamente?