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NOVELA DEL CABALLERO INVISIBLE.

Pues como el tal caballero supiese las partes de esta niña, como la voluntad de sus padres, generoso, como enamorado, le envió las donas siguientes: en el arca de Noé, un apretador de dificultades, el chapin de la reina, con listones de madera, dos guantes, el uno de desafío, el otro de pedir para un pobre, una sortija corrida, con cinco piedras tiradas, y por arracadas dos calabazas fritas; y para su servicio cuatro moras de zarza, dos negros ojuelos, y una negra Pascua. Estimaron los padres el regalo, y agradecidos le dieron en dote á la ira mala dos mil ducados de títulos, mitad en reales de ferias y mitad en cuartos de luna, el horno de Babilonia, dos molinos de viento, la manta de Cazalla, sillas de encerrar trigo, escritorios de escribanos, mesas de guarnicion, una cama de un melon, que todo lo dicho vino á montar cuatro cuentos de horno; de tal suerte satisfizo al desposado la grandeza de este dote, que apresurando plazos llegó el deseado dia de las bodas, á cuya contemplacion los nobles de aquel lugar, que eran unos caballeros que vendian caballos, trataron de hacerle unas fiestas de guardar, y habiendo entrado en junta de médicos, nombraron cuatro cuadrilleros de la hermandad, para que cada uno vistiese á ocho del mes y escogiese colores; lo cual se hizo tan breve, como para el dia siguiente hubo aquella noche muy costosos fuegos de san Anton, con muchos valadores de garzas.

Amaneció el deseado dia, y empezaron las fiestas de esta suerte. Estaba la plaza de un soldado bien aderezada, colgada de doseles de cartilla. Asistió á ellas el rey, que la mandó matar, con los consejos de un padre, tres cardenales de un ojo, y otros muchos señores de lo ageno; muchas y hermosas damas de ajedrez, y en andamios de albañiles los desposados y sus padres. Entró alegrando la plaza un clarin de valonas, y seguíanle los atabales del que ha corrido el mundo. Entró un alguacil de moscas en un caballo de oros, á quien acompañaban doce corchetes de un sayo, llevando en la mano por insignia una vara y una cuarta, y comision en el despejo, hízolo, dando lugar á que los caballeros hiciesen la entrada con esta solemnidad. Entró la primera cuadrilla, que era un aposento pequeño en caballos rodados de una sierra, las libreas de tela de cebolla, cosa nueva y de grande primor. La segunda entró en caballos de poner sillas seguros, poco briosos, con librea de tela de los sesos, que á los ojos se venia. Entró la tercera de un negocio en caballos de llagas, rica casta á no ser zainos, con libreas de tela de juicio. La cuarta y última entró en caballos castaños con su fruto, con libreas de tela de araña brillante, sí de poca costa, todos conformes en lanzas de coches, banderolas de campanarios, mochilas de caminantes, bozales negros, espuelas de cuidado, estribos de la paciencia, riendas de reformacion, cabezadas en una esquina, y bocados rabiosos. Entraron en solemne paseo, haciendo á quien se debia dos reverencias y una paternidad, y dada la vuelta y media trataron de correr la posta, lo cual se hizo á parejas de sotas con mucha bizarría. Acabada la carrera de Indias entraron seis machos de herrero cargados de cañas de vacas, con reposteros vivos y garrotes de necios; tomaron las cañas, y en dos partes divididos empezaron el juego de quinolas, donde anduvieron en las vueltas de Gua-