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POLÍTICA DOMÉSTICA 125

—Cien veces me ha dicho usted que su mamá mo tiene derecho á solicitar pensión.

—¿Y si le he dicho á usted eso por modestia? “Vamos, veo que es usted como todo el mundo, y me voy de su casa para no volver jamás á entrar en ella.

Marchóse en seguida, y no la volví á ver. Aque- lla última escena acabó de abrirme los ojos, pues yo me figuraba que Angustias era hipocondríaca, y me había equivocado—ella era envidiosa. Ocho días después, su madre y ella se mudaron á otra casa; y á los tres meses, supe que Angustias se había muerto.

Entre las enfermedades crónicas del alma, la envi- dia es aquella que más obstruye los manantiales de la vida moral, aquella que más compromete la paz y la ventura que el ser humano puede gozar. Es el cancer más devorador del corazón, porque llega á destruir los gérmenes de todas las virtudes. Es uno de los profundos y angustiosos padecimientos morales que reconcentran la sangre en los órganos interiores, y de aquí la penosa opresión, los suspi- ros entrecortados, las palpitaciones violentas y, en muchos casos, las aneurismas mortales.