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154 POLÍTICA DOMÉSTICA

cuentemente á la razón; la autoridad que sobre sus hermanos se le había conferido, era nuevo .estímulo para tan irascible carácter: enfadábase tanto más, cuanto mayor obligación tenía de corregirlos. ¡Hay en las terquedades de los niños tantos motivos de enfado para las personas que no saben educar! Algunas veces dejábase llevar de su impaciencia hasta el extremo de enfurecerse contra sus her- manos.

Un día, enoiada por cierta obstinación capri- chosa de una hermana suya, le tiró lo que más á mano encontró-—un pomo de cristal; pero con tino tan desgraciado, que la criatura recibió un fuerte golpe en la frente, y cayó desvanecida, arrojando sangre por la herida que se le produjo sobre la ceja izquierda. A la vista de aquella sangre y de la pobre niña tendida en el suelo y pálida como un cadáver, un terror pánico se apoderó de Juana: púsose como loca, y sin saber lo que hacia, sin socorrer á su hermana, corrió de uno á otro lado, llamando á los criados. Acudieron todos, socor- rieron á la víctima, que pronto volvió en sí, y vieron que la herida era leve; pero en cambio la que Juana sufrió en su corazón fué terrible, y muchas horas pasaron antes que la arrepentida agresora comenzara á recobrar la tranquilidad de su espíritu, profundamente conmovido. ¡Qué lec.