POLÍTICA DOMÉSTICA 155
ción! ¡Cómo se grabó en la memoria de Juana aquella doliente mirada que su hermanita le dirigió cuando volvió en sí, y aquel rostro cadavérico! En- tonces comprendió bien el peligro á que la exponía su mal genio, y se propuso emplear toda su ener- gía para dominarse.
Pocas hofas después de la tristísima escena, llegó el padre, y aunque supo en seguida lo ocurrido, no pareció enojarse; reprendió á la rapaza por la deso- bediencia que motivara el enojo de Juana, y cuando pudo hablar sólo con esta, le dijo: «¡Pero, hija, no parece sino que te has propuesto corregir á tus hermanos, matándolos! Cierto que el medio es se- guro, aunque asaz violento. ¡Ah, qué pronto ol- vidaste mi consejo! La ira, entiéndelo bien, co- mete siempre torpezas y casi nunca puede repararlas, Para gobernar á los niños, es necesario tener fir- meza, no dureza ni crueldad; pues en esta tarea hay que temer dos males opuestos: la demasiada seve- ridad y la excesiva flojedad — defectos que casi siempre se dan la mano.
«En efecto, he notado—y tú puedes observarlo en algunos de nuestros convecinos --que los padres que más se airan contra sus hijos, y más duramente los tratan á veces, y los injurian y los maldicen, son —pasado cada acceso de su cólera—indulgentes, tolerantes, débiles hasta el más reprensible abando-