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158 POLÍTICA DOMÉSTICA

casarla, y con esta idea dió bailes en su casa; mas á pesar de ser muy notable su fortuna nin- gún hombre aceptable se atrevió á pretender la mano de Juana, porque la mala condición de esta jóven era por todo extremo conocida.

Un capitán de caballería, que no se espantó de lo que se decía del carácter de Juana, fué á pedir- la; y el padre, celebrando esta única posibilidad de casar á su hija, dió su asentimiento sin vaci- lar. El capitin hizo la gata muerta, cerca de su prometida, y representó con tanto acierto el papel de mandria, que poco tiempo después se celebró la boda, y el nuevo matrimonio se trasladó en se- guida á una quinta.

A la mañana siguiente, la jóven recién casada tuvo por conveniente sondar la conducta que su marido pensara seguir en el matrimonio.

—Mira—le dijo—debo prevenirte que soy algo Iracunda..

—Pues yo nunca me altero.

—Quiecro que se me obedezca.

—Siempre obedezco, en todo cuanto es razo- nable.

—Tengos algunos caprichos.

—¿Y qué mujer no los tiene?

—Quiero mandar en mi casa.

—Eso es muy justo; la mujer debe dirigir su hogar.