POLÍTICA DOMÉSTICA 159
—Pues, sies así, veo que vamos á ser excelen- tes esposos.
—No lo dudo, vida mía; y puesto que has sido tan franca conmigo, es menester que yo lo sea contigo, porque no hay mejor casa que aquella en que el marido y la mujer se entienden bien; entendámonos, pues.
—Vamos á ver, ya te escucho.
—Tú eres iracunda, yo no lo soy; pero cualquier obstáculo que encuentro en la ruta de mis volun- tades lo rompo, si no puedo superarlo; no exijo que se me obedezca sino en lo que es justo y racional, pero levanto la tapa de los sesos á quien rehusa obedecerme.
—¡Qué barbaridad....!
—¿¡Qué quieres, mujerl En lo demás soy un cor- dero. Lo que acabo de revelarte es un defecto, lo sé muy bien; pero no me he podido corregir, como á tí te ha sucedido con tus iras y tus capri- chos; sin embargo, no creas que procedo con li- gereza, pues hago mis advertencias; mas si á la tercera no se me ha hecho caso, obro.... ¡Va una!.... ¡van dos!,... ¡van tres!.... y tric, tiro del gatillo de mi revólver.
La cosa pareció tan singular á Juana, que ésta se rió mucho con su marido, pero no se quedó muy tranquila, Después que almorzaron, el capi-