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POLÍTICA DOMÉSTICA 161

—Ciertamente, Juanita, lo he querido mucho, mientras fué obediente; pero me ha desobedecido demasiado.

Un rato después el caballo tropezó y estuvo casi á punto de caer «¡Van tres!» —dijo el capitán; echó pié á tierra, ayudó á su mujer á bajar, condujo al caballo á la orilla del camino y descerrajóle un tiro que le rompió el cráneo. En seguida le quitó la silla y el freno, y se volvió hacia su esposa, diciéndole:

—Amada mía, como los casados deben ayudarse mutuamente, voy á encargarme de la silla, que es el más pesado de estos objetos, y tú llevarás el freno.

— ¿Una persona como yo... .llevar el freno?

— ¡Va una! —dijo él con frialdad—y puso el freno en manos de su esposa, que no volvió á replicar.

Caminaron durante una hora y llegaron con tan triste equipaje á una estación de ferro-carril, desde la cual un tren los condujo á una muy distante ciu- dad, donde el capitán tenía preparada la casa en que había de vivir con su espoza.

Dos años después, el capitán llevó á su mujer, que ya era madre, á ver al padre de ella. El buen an- ciano abrazó y besó con alegría ¿su hija y ásu nieto, y llegó á llorar de ternura, porque encontró á Juana tan dulce y respetuosa, como áspera y agria había sido. Ella amaba entrañablemente á su marido,