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168 POLÍTICA DOMÉSTICA

lo que hacer debía, si ha sido buena y generosa sin límites, si el abandono casi involuntario no ha sido causado por los defectos de ella; no parece sino que solicita indulgencia, perdonando mucho, para hacerse absolver porque envejece; quisiera sacrificarse por el bien de todos, y nunca desme- recer del amor de alguno; pues el corazón podrá dejarse llevar de objetos frívolos, pero se sujeta, se ata, se encadena á la necesidad de amar y ser amado. Tal es el consuelo de ella hasta el se- pulcro, tal es la luz que la guía, el calor que la reanima, el último grito, la postrera vibración de su alma; y en los brazos de los seres á quienes ama y ha consagrado su vida, quisiera exhalar el último suspiro.

El tiempo destruye muchas cosas que para la felicidad de la mujer no deberían dejar de existir antes que ella, ¡Cuántos recuerdos, llenos de la vida del corazón, se despiertan en la memoria de la madre que comienza á entrar en la vejez! ¡Cuán- tas cenizas queridas reanima su pensamiento! ¡Cuán- tas esperanzas ve destruidas, recordando en un instante su vida pasada! Esto la anonadaría, si ella no sintiese en su conciencia una fuerza capaz de superarlo todo, al mismo tiempo que se le pre- senta la consoladora segunda maternidad, bajo el nombre, á la vez dulce y triste, de abuela. ¡Ser