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16 POLÍTICA DOMÉSTICA

plirla con dulzura, prudencia y firmeza; si tiene las riendas del gobierno de su pequeño reino, es para conducirlo con sabiduría y discernimiento. Su acti- vidad sólo se dirige á prodigar á los suyos la cari- ñosa solicitud de que él mismo fué objeto en sus pri- meros años.

En cuanto á la madre, cuya acción tiene en este asunto un alcance incalculable, constituirán la base de su existencia los asíduos cuidados que debe á sus hijos, á su esposo y á su casa. Las alegrías mun- danas sólo han de ser para ella distraciones acce- sorias, y, por lo común, molestias que no aceptará sino cuando la necesidad lo exija por no herir sus- ceptibilidades ni romper con las buenas relaciones de amistad. Su casa; he aquí su verdadero centro, su reino, su trono.

Sobre todo, la educación de sus hijos le ofrece una ocupación sagradamente obligatoria, á la cual dedicará la mayor parte de su tiempo, no sólo por- que conoce la importancia de esa tarea, sino porque comprende que la familia es la primera escuela del linaje humano.

En la familia bien constituida recibe el niño las primeras nociones de moral y religión, los primeros ejemplos de virtud, que en su cándido corazón han de arraigarse profundamente, dejando en él para siempre principios que son salvadores, aun en me-