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182 POLÍTICA DOMÉSTICA

Así las cosas, he aquí lo que sucede: la guerra estalla en la primera ocasión que se presenta, y una vez desnudo el acero no vuelve á la vaina, sino cuando á dejarlo induce el capricho: esa familia, que debería vivir en la más cordial armonía, se divide en dos campos, y á veces en tres; esto sin contar espectadores y auxiliares, puesto que ciertos amigos de la casa se proporcionan la más ruin de las diversiones, interviniendo de continuo en quere- llas ordinariz mente grotescas y casi siempre recrea- tivas para personas escépticas, cuyo sentido moral está poco desarrollado. Esos amigos oficiosos sue- len tener el pérfido placer de animar tales guerras intestinas; y aun cuando no se les deba suponer semejantes intenciones, una menguada costumbre induce á lisonjear las pretensiones de las personas consultantes y á disculpar con blanda indulgencia sus debilidades y aun sus pasiones. Tales son los consejeros que una mujer escucha con ciega com- placencia, cuando les consulta sobre cuál debe ser su línea de conducta respecto á su suegro, y, sobre todo, á su suegra, en quien se personifica ordina- riamente la resistencia contra las pretensiones

mencionadas.