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POLÍTICA DOMÉSTICA 185

romper la unidad de la familia, debe olvidarse á sí misma cuanto - pueda, en vez de poner de relieve las pretensiones de una personalidad exi- gente y caprichosa: el yo es odioso; nadie está dispuesto á conceder una parte, ni aun legítima á los que á sí mismos se la conceden con largueza y sin atención- hacia los derechos ajenos. La hu- mildad cristiana, virtud tan eminentemente social, es una de las primeras necesidades de la vida moral doméstica, y con ella nadie tiene de sí mismo el concepto exagerado, la admiración exclu- siva y el culto extravagante, que son la causa más común de las contiendas intestinas. En vez de preocuparse únicamente con sus propios pensa- mientos y con sus gustos personales, conviene ha- cer esfuerzos benévolos para armonizar las propias ideas con las de otras personas, para hacerles me- nos penosos los disgustos, para prestarse á sus di- versiones; en fin, para ser todo de todos, á fin de inspirarles el amor de la paz, y habituarles á los sacrificios mutuos.