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POLÍTICA DOMÉSTICA 195

perfluo, las exigencias de lo estrictamente necesario. El buen hombre hace observaciones prudentes y comedidas; esfuérzase su mujer por persuadirle de «que se engaña, y de que en su posición, y por su interés, lo que él considera necesidad ficticia no es “otra cosa que un sacrificio indispensable á lo con- veniente para- el porvenir; y en un traje, en un baile ó en un banquete, se gasta la suma de dinero suficiente para vivir con decoro esa familia, du- rante tres ó cuatro meses. Insiste el marido, no ya solamente con razón sino también con firmeza severa, quéjase la mujer en favor de la locura, llora y se considera desgraciada. Indispónense. El ter- mómetro de los afectos baja, el barómetro de la de la buena inteligencia marca tempestad; y en “semejante casa, como en toda nación donde reina la discordia, la prosperidad se imposibilita, el bien- estar se disminuye y la felicidad se desvanece como un sueño.

Esa mujer, contenida por sus principios religiosos (que aunque no bastante comprendidos, serán un freno saludable), no cometerá faltas graves contra el honor; pero ¿no es nada haber comprometido «el porvenir de sus hijos, haber hecho desgraciado á un estimable hombre que la amaba, haber sacrifi- cado, por vano goce de amor propio egoista, la felicidad de la vida íntima, esa felicidad que sólo