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POLÍTICA DOMÉSTICA 209

car el origen de estos males; es decir, se olvida á la familia—realidad viviente y manejable -— para ocuparse en abstracciones ilusorias. Esta manera de obrar se comprende bien: nada más fácil que declararse, en general, partidario de las reformas sociales, lo cual no molesta ni impone sacrificio alguno: esperando que la sociedad se corrija, hay muchas personas que no estiman necesario ocu- parse en los mejoramientos positivos que la moral impone. En el círculo de la familia se deberían reconcentrar los esfuerzos para realizar las buenas intenciones que tanto se vociferan. Así se obraría si se tuviera un verdadero deseo de realizar el bien, y una idea concreta del progreso moral; mas nun- ca se han suscitado tantas cuestiones sobre refotr- mas, como en nuestra época, y nunca se ha tenido más antipatía hacia aquellas que la necesidad re- clama con más urgencia, pero que exigirían celo y energía constantes.

La energía es la cualidad de que más carecen muchas señoras que comprenden bien la necesidad de reformar la sociedad, reformando las costum- bres domésticas. La naturaleza de las mujeres les aconseja proceder siempre, valiéndose de la insinua- ción y la dulzura; medios excelentes, sin duda, pero insuficientes en algunos casos y para ciertos carac- teres. «Sí queréis paz, preparaos para la guerra»