212 POLÍTICA DOMÉSTICA
emplear una sutileza muy perseverante; y aun no se escatima fingir buenas cualidades, para gozar de reputación superior á los merecimientos; pero mu- chas personas creen poder mostrarse casi tales como: son, á sus criados, y no tomar, respecto de ellos, ninguna especie de precauciones. ¿No deberían re- flexionar que tal exceso de franqueza compromete singularmente el ejercicio y las prerrogativas de la autoridad? Ostentando defectos, ¿se podrá obtener respeto y obediencia? Con harta facilidad, olvída- se que es indispensable rodear de prestigio al poder, y que sus subordinados conserven ciertas ilusiones para aceptarlo. No mantener en ellos tales ilusio- nes, Ó hacer lo que pueda desvanecerlas, es obrar con mucha ligereza. Nunca hay razón para enor- gullecerse de tener defectos, y no vemos por qué se ha de hacer ostentación de ellos á los ojos de los criados; más juicioso sería avergonzarse y hacer por corregirse.
No es muy común el saber precaverse de los im- petuosos arranques que la cólera inspira, ni son po- cas las personas que confiesan tener mal genio, y hallan el secreto de convertirlo en una gracia, pre- sentándolo como prueba de que poseen buen cora-
