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POLÍTICA DOMÉSTICA 219

juventud mira al mundo, puede dudar de la mujer, pere cuando mira á su madre, no duda, Si senos pidiera una prueba de la deliciosa recompensa que se halla reservada para los solícitos cuidados de la maternidad, recomendaríamos un momento de me- ditación sobre este hecho: «Preguntó un niño á su madre: ¿Qué es el alma”, ... La madre vaciló, pero el niño reflexionó, y, de repente, dijo: Ya lo sé, ma- má, es con lo que yo te amo»

No hay que dudarlo: la madre es el educador por excelencia; sin embargo, no es infalible, y hasta puede llegar á ser—lo diremos, aunque la palabra es dura-—corruptora de sus hijos. Reflexiónenlo bien las madres: esta primera educación produce buenos ó malos resultados, según ellas escuchen la voz de la razón, ó las funestas insinuaciones de una ciega ternura, según dirijan con acierto á sus hijos, ó los mimen indiscretamente, Toda primera edu- cación que no emane de una madre verdaderamente digna de éste venerable título, tiene grandes proba- bilidades de no alcanzar buenos fines. La educa- ción, conforme á los designios del Creador, es con- tinuación de la” obra divina, y, por lo tanto, la más excelente de las obras humanas: Dios no ha hecho ministros de su Providencia á los padres, sólo para que den á sus hijos la vida material, sino también para que cultiven y desarrollen en éstos todas las