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240 POLÍTICA DOMÉSTIGA

pero es preciso—no lo olvideis—que vuestra volun- tad esté siempre evidentemente fundada en la razón; así les facilitareis la práctica de la virtud, porque el que aprende á ceder en sus propensiones, recono- ciendo una razón superior, llegará á saber dominar sus pasiones con su propia razón.

Después de haber enseñado á vuestros hijos lo que os deben, les iniciareis en lo que debemos á nuestros semejantes. Los deberes que tenemos para con el prójimo están comprendidos en la justicia y la caridad: el ejercicio de estas dos virtudes estriba igualmente en el gran principio de no hacer á los demás lo que no quisiéramos que nos hiciesen á nos- otros mismos, y hacer por ellos lo que quisiéramos que hiciesen por nosotros. Esta máxima divina es suficiente para guiaros en las instrucciones que so- bre este punto debeis dar á vuestros hijos: fijadles siempre su atención en este principio, para que sean jueces de sus propias acciones, como también de la pena ó recompensa que por aquellas merez- can. Así, cuando os hablen mal de sus amigos, ó de sus hermanos ó hermanas, les digan injurias, les turben en sus juegos, ó quieran maltratarles ó qui- tarles lo que les pertenece, preguntadles sise ale-