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POLÍTICA DOMÉSTICA 247

Ayer quise que Fmilia se avergonzase de un acto de desobediencia, con el cual me obligó á despedir- la de mi gabinete, en presencia de mi hermano. La dije que su tío se había escandalizado de semejante falta, y me respondió que no sabía lo que aquello pudiera importar á su tio. De esta indiferencia ha- cia la opinión de mi hermano, me es imposible inferir que Emilia carece de amor propio; lo tiene, y quizá con exceso, porque teme mucho las reprensiones, y, aunque sólo cuenta ocho años de edad, sabe hallar medios de atraerse alabanzas; pero ser reprendida significa para ella menos que ser criticada, cuando ci- to una reprobación extraña en apoyo de mi repri- menda; pues se subleva con la idea de que una per- sona que no sea yo pueda tener el derecho de cen- surarla: he aquí lo que yo no hubiera adivinado an- tes que su respuesta me lo enseñase: de esta manera, frecuentemente aprendo tarde óá destiempo.

Nuestra experiencia, muy adelante de los niños, en nuestras meditaciones sobre el curso y el pro- greso de sus ideas, está siempre muy atrás delo que la práctica de la educación exige; nos equivocamos á'cada paso, partiendo de datos positivos, porque nos sujetamos á una ciencia en que sólo sus princi-