POLÍTlCA DOMÉSTICA 23
nómica, y ella fundará más ó menos temprano el bienestar de su familia.
Más aún que el marido de esa mujer sea holga- zán, disipador, vicioso: ella luchará largo tiempo con- tra la miseria, sosteniendo su vacilante lcasa, y, pnr poco favorables que le sean las circunstancias, con- seguirá llevar adelante á sus hijos.
¡Dichosos los niños que nacen de buena familia! Esta condición es la primera de las bendiciones del destino; pero al decir buena familia, sólo aludimos á la nobleza que puede manifestarse en todas las cla- ses de la sociedad.
Hay familias pobres, en que la pureza de senti- mientos, la hidalguía de probidad y la legitimidad de tradiciones que constituyen la nobleza, son tan vi- sibles, tan manifiestas en las acciones, en el 1engua- je y en las maneras, como han podido serlo en las más encopetadas familias aristocráticas.
Poco importa que el hogar doméstico se halle en un palacio ó en una choza, con tal que sea mansión de la piedad, de la integridad y de las ternuras de la familia que en él se perpetúa.
El fundamento del destino ulterior del niño es la familia en que ha nacido, y su corazón se forma en virtud de las impresiones que en ella recibe.
