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POLÍTICA DOMÉSTICA 255

se demasiado á sí misma. Preparar á la niña para una vida activa ejemplar, sin amortiguar la vivaci- dad de su imaginación ni reprimir su animación y su gracia; cultivar su corazón y su inteligencia é iniciarla en lo bello, sin producir un fastidioso pe- dantismo ni una funesta exaltación; educarla para la familia, sin dejarla extraña á las buenas costum- bres de la sociedad; tales son las difíciles condicio- nes de la educación de la mujer.

Entre los padres que más cuidadosamente edu- can á sus hijas, los hay que dan con razón gran im- portancia á la solidez; pero algunos la comprenden de manera algo mezquina, pues no solo desestiman lo brillante sino aun lo agradable; y otros, peor inspirados aún, toman las exterioridades y,las apa- riencias por méritos positivos, adoptan medios efi- caces para dar brillantez á sus niñas y no para que sean verdaderamente amables, y olvidan que los atractivos interiores son los más interesantes. Para cada uno de los primeros períodos de la vida hu- mana, hay una educación particular; mas llega cierta edad juvenil en que el corazón se hace más sensible, en que la inteligencia se enriquece de ideas genera- les, en que diversos asuntos de la vida son objeto del pensamiento y de la meditación, en que se busca la felicidad, en que el alma siente impresio- nes que hasta entonces ni aun se las había imagi-