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POLÍTICA DOMÉSTICA 261

fluencia al recinto del hogar doméstico la han ejer- citado, por medios más ó menos indirectos, aun respecto á los poderes públicos.—¡No tan alto ni tan bajo, bellas hijas de Eva! No desatendais vues- tros hogares, no aspireis á ser estadistas; pero tam- poco os quedeis extrañas á la ventajas que el culti- vo intelectual proporciona, ni á los conocimientos superiores más usuales, ni al sentimiento de las be- llas artes y de las buenas letras. Con lo cual no queremos decir que debeis ser sabias y llegar á po- der juzgar y hablar de todo: si el pedantismo mas- culino es insoportable, mucho más lo es el femenino; pero, so pretexto de que no seais pedantes, no se pretenda privaros de lo que puede enalteceros y multiplicar vuestros atractivos.

Ninguna mujer necesita ser sabia, lo concedemos; pero menester es mucha barbarie para desconocer lo que vale una inteligencia rica de nociones útiles y adornada de ideas bellas, gusto fino y delicado, len- guaje fluido y elegante, y un elevado sentimiento de las bellezas de la naturaleza, del arte y de la poe- sía. Nada deesto se puede adquirir sin instruc- ción. «El hombre y la mujer—dice un filósofo— tienen igual alma é igual destino moral; igual cuen- ta les será pedida del uso de sus facultades, yes barbarie en el hombre y oprobio para la mujer, de- gradar ó dejar que se degraden en ella los dones