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262 POLÍTICA DOMÉSTICA

que Dios le ha hecho. ¿No deben las mujeres saber la religión, si quieren seguirla y practicarla como se- res inteligentes y libres? Y si la instrucción religio- sa les está no sólo permitida sino preceptuada, ¿qué instrucción podrá parecer demasiado elevada para ellas? Además: ó la mujer no ha sido creada para ser compañera del hombre, ó hay una contradicción inicua y absurda en prohibirle adquirir los conoci- mientos que le permiten entrar en comercio espiri- tual con el ser con quien debe compartir su suerte, comprender álo menos los trabajos de él y aliviarle sus penalidades. Dejémosla, pues, cultivar su alma y su inteligencia portoda especie de conocimientos útiles y de estudios nobles y bellos, con tal que esté inviolablemente guardada la suprema ley de su sexo, el pudor constitutivo de la gracia. En la edu- cación de las niñas, importa mucho determinar con circunspección el justo medio entre una mezquina reserva que extinguiría el vigor de la mente, y una fastuosa pretensión que las henchiría de vana ciencia y necio orgullo. Tal justo medio está expre- sado de una manera tan interesante como correcta en los dos siguientes pensamientos de Fenelón: «En- señadles que debe haber para su sexo un pudor, res- pecto á la ciencia, casi tan delicado como el que ins- pira horror hacia el vicio.... La ignorancia de una niña es causa de que se fastidie y no sepa en qué ocuparse inocentemente.»