276 POLÍTICA DOMÉSTICA
so rapazuelo devoraba con mirada codiciosa los ju- guetes.
—Dígame, buena mujer—repuso gravemente la señora—si yo no le hubiera dado esto, lo cual por caso excepcional ha sucedido, ¿no habría usted te- nido pan en algunas semanas?
—La misericordia de Dios nos provee diariamen- te, pero debo decirle á usted que mi hijo sería de- masiado feliz con estas cosas, y yo no debo dár- selas.
Con esto, subió de punto la estrañeza de la se- ñora.
—¿Y cómo, siendo usted madre, se atreve á de- cir que le pesaría ver feliz ásu hijo, cuando, por desgracia, rara vez podrá usted darle lo que él quiera?
—Voy á explicarme, si así lo desea, amable se- ñora. Mi niño es feliz; tiene rosadas sus mejillas y alegre su mirada; desconoce los placeres que no le es permitido gozar, y no los echa de menos. Si yo lo hiciese dueño de estos objetos que usted le da tan generosamente, ¿con qué los supliría cuando le- faltasen?; ¿con qué llenaría el vacío que la carencia. de ellos le dejase?
No dejó de admirar la señora el juicio de la por- diosera, y, como aquella estaba también dotada de buen entendimiento, comprendió que no se las ha-