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292 POLÍTICA DOMÉSTICA

como obstáculo para el mal; y esto no es decir que se procure exitar la sensibilidad de los niños, sino que se les inspire desde muy temprano la bondad, se- gún permita la capacidad de cada uno de ellos. Sabido es cuánto debemos aprender para ser bue- nos, y cuánta rectitud de juicio, cuánto dominio de la razón sobre las pasiones exige la verdadera bon- dad; en los niños, quizá no hay gérmenes de sen- timientos, cuyo desarrollo requiera más solícita y vigilante direi ción.

Débil y dependiente, el niño tiene pocas ocasiones de prestar servicio y adhesion á los intereses y sen- timientos ajenos; no los comprende bastante, y se siente llevado por la energía y la multiplicidad de sus deseos á preferirse á todo. Menester es, pues, despertar en él la simpatía, enseñarle que existen intereses más importantes que los suyos, dárselos á conocer y hacérselos apreciar; pero este difícil y de- licado trabajo no debe tener la menor apariencia de enseñanza metódica, porque si se hace de la bon- dad un deber para el niño, antes de habérselo incul- cado, lo cumplirá como regla de su conducta, y, á semejanza del que aprende sus lecciones á ciertas horas y sin afición al estudio, una vez efectuados algunos actos de bondad, se creerá libre de este género de deber. Por eso hay personas que hacen obras de caridad, y no dispensan una falta ni