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POLÍTICA DOMÉSTICA 319

está provisto de ellos, sino que son motivos para ejercitar ciertas virtudes, porque cuanto más favo- recida está una persona, más cuentas tiene que dar. La hermosura femenina no está exenta de esta ley; no debe considerarse, ni consentir que se le trate como una divinidad; y si es una divinidad, necesa- rio será hacerle oir el lenguaje con que un eminente orador sagrado decía á los reyes: «¡Oh reyes, sois dioses, pero dioses de carne y sangre, dioses de barro y polvo!» Y sila hermosura no debe enor- gullecerse, la carencia de ella no debe ser motivo para desesperarse, habiendo medios de obtener com- pensacion y aun ventaja; pues si las facciones valen principalmente por la expresión, una cara poco fa- vorecida, en la cual brille el dulce resplandor de la bondad y de la gracia, agradará más que otra que sea muy perfecta y carezca de este grato acompañamien- to. Siendo esto así ¿qué pueden añadir á la feli- cidad íntima algunas líneas más ó menos correctas? Si á consecuencia del hábito se llega á mirar con indiferencia, Ó á no mirar nunca, una bella estatua ¿cómo no ha de cansar más pronto la hermosura de una mujer de «mal carácter? La carencia de atrac- tivos exteriores es defecto pequeño á los ojos de un buen marido, si están reemplazados por la gra. cia, la jovialidad y la ternura: la expresión de estas cualidades ¿no comunica cierta especie de belleza á