POLÍTICA DOMÉSTICA 327
ninguna de las habilidades que resultan del ejerci- cio de las artes de adorno y recreo, y me ha dicho muchas veces, sonriendo: «¿Quieres que Mariquita sea como tú?....¿Quieres que no sepa nada?»
Esto no lo he considerado como reconvención, porque él me quiere tal como soy y está contento de mí; pero en su último viaje á la Capital se en- contró en sociedad con dos señoras jóvenes, cuyos padres, á quienes conocemos, las casaron después de haberlas educado en colegio; viólas distinguirse en conciertos y bailes, y esto lo refiere con frecuen- cia, diciéndome: «Mariquita será más rica que ellas». Laméntase continuamente de no darle una educa- ción tan distinguida, y si bien está, como yo, viva- mente reconocido al celo é inteligencia con que la digna maestra de este pueblo nos presta su coope- ración, cree que María no podrá hacer los progresos que haría en un colegio, donde tendría cuantos maestros necesitase. Como ella es nuestra única hija, y tenemos la posibilidad de proporcionarle una bonita colocación, nada omitiríamos para que llegase á estar á nivel de las jóvenes más distin- guidas; sin embargo, no me atrevo á tomar esta resolución. Mi esposo cree que no tengo valor para separarme de mi hija, y me dice: «Será necesa- rio que tu compañerita no se aleje de tí, porque estarías sola muy á menudo.» Se engaña, amiga
