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POLÍTICA DOMÉSTICA 343

avidez, á la primera distracción capaz de ayudarnos á soportarlo. La lectura restablece el equilibrio de nuestras facultades, y, dando movimiento al espíritu, aligera el peso de la vida;—peso que no es grave sino cuando no sabemos llevarlo; —pero tal efecto lo producen solamente las lecturas sanas: cualquier ocupación, aunque sea insignificante, que nos obli- gue á ejercitar algo nuestra actividad, me parece preferible á leer ciertas novelas en que el naturalis- mo se ostenta con descaro. Y no digo esto porque yo crea que esa especie de lectura tiene para la juven- tud el peligro que generalmente se teme: cada per- sona joven imagina su propia novela, en la cual sue- ña con más placer que en la más interesante de cuantas ha leído; mas estos ensueños y lecturas no carecen de inconvenientes para la razón, porque, cuando no la debilitan, la extravían. Si nuestra atención está atraida por una ficción que nos recrea, se entrega á un movimiento que cesa tan luego como le falta el impulso exterior: no hay persona quo no haya sentido aumentada su predisposición al hastío y á la inercia por este género de ocupación; y creo que importa mucho preservar de esto á su Mari- quita de usted, porque como ella no tiene forma- da todavía su afición á la lectura, si empezase por leer novelas, le sería luego imposible tomar con gus- to un libro serio. No dudo que las lecturas practi-